Páginas

Mostrando entradas con la etiqueta historia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta historia. Mostrar todas las entradas

10 abr 2008

La princesa de ojos de cielo, mejillas de luna roja y boca de cristal

Era la princesa más hermosa que jamás hubiese existido. Tenía ojos de cielo, mejillas de luna roja y boca del más fino y lúcido cristal. Pero ella misma no reconocía su belleza estremecedora.

Tenía miles de virtudes, cientos de esperanzas, decenas de reinos a sus pies y tan sólo unos pocos menoscabos, pero ella se sentía totalmente infeliz.

Soñaba con volar por la pradera, correr por los campos floridos de cara al viento y a la lluvia. Sin embargo nunca salía de su santuario de marfil. Quería vivir intensamente, pero no sabía como.

Aunque su sonrisa siempre brillaba, las lágrimas le ahogaban el alma, le agobiaban el espíritu y robaban cruelmente su paz. Había olvidado ser feliz, es más, no se sabe siquiera si alguna vez había aprendido a serlo.

Sus miradas infundían devoción e idolatría. Sus palabras eran mandamientos para el pueblo, pero sus deseos, sus verdaderos y más puros deseos, aquellos que se escondían en lo profundo de su corazón y huesos, eran cual rocas pesadas e inamovibles que jamás podría tirar por la ventana.

A veces quería morirse, otras veces quería vivir, y en otras ocasiones nadie sabía lo que de verdad quería. Era experta en ocultar con su sonrisa imponente, todos los mares de lágrimas, gritos de tristeza que desolaban su existencia.

Una tarde de invierno la princesa quiso cambiar, quiso darse cuenta de lo hermosa que era. Decidió dar el paso, aceptarse, quererse y aprender a ser feliz. Quiso buscar la llave, abrir la puerta y empezar a correr hacia los campos floridos en medio de la lluvia torrencial.

Pero era ya muy tarde, desde hacía un año había dejado de respirar… de vivir. Ella aún no lo sabía y su cuerpo descansaba en su torre de marfil.
Terox agregó a manera de epílogo:
Otra princesa que había leído con fruición el cuento anterior, puso cuidadosamente el libro en la mesa de noche, y por primera vez en muchos años, salió de su habitación sin mirarse al espejo...

14 feb 2008

Perdido en el tiempo

A veces digo y siento en el alma que estoy perdido en el tiempo.

Me gusta la música de Elvis Presley, las historias de Quijotes, molinos y caballeros enamorados. Siento en mis venas correr las notas del gospel de los 30's y mi corazón palpita sobremanera cuando veo aquellas iglesias de hace 200 años.

Sueño con amaneceres de rocío, hierba, madera y tierra. Con tardes de charleston, mercados callejeros y lluvias montañescas.

Y con noches también. Noches melancólicas para historias de caballeros medievales que al son de las luciérnagas traen el desvelo de una muchachada atónita.

2 oct 2007

Los delirios porcinos de Sebastián



Villa Esperanza estaba incrustada en medio de la espesa selva. Nadie entraba o salía de allí desde el terremoto del año 56. Los 966 habitantes habían tenido que aprender a sobrevivir con poco y encontraron en los cerdos su única oportunidad permanecer con vida.

Desde entonces toda la economía de la villa tenía que ver con los porcinos. El pueblo había aprendido a utilizarlos como materia prima de todo: zapatos, ropa, pelotas de fútbol, helados y hasta refrescos gaseosos.

Pero Sebastián detestaba los cerdos a muerte. Su odio parecía irracional a vista de la gente.

-Los he descubierto. Nos van a matar a todos, tienen un plan. Están esperando un descuido para volverse en contra nuestra. ¡Muerte a todos los puercos! - esa era la cantaleta de Sebastián desde que la gente tenía memoria de él.

De sus padres no se sabía nada. Apareció en la calle hacía unos 10 años. Él decía que los cerdos habían secuestrado a su familia y los tenían reclusos en un túnel a la entrada del pequeño pueblo.

Nadie le hacía caso a Sebastián y ya empezaba a hartar a todos con sus delirios. Pero ese mediodía había tomado la decisión de irrumpir en la casa del autoproclamado Gobernador Municipal para exigirle la muerte de todos aquellos animales.

Traspasó con facilidad el portón de la vivienda cuyas paredes y piso estaban hechas de piel de cerdo. Corrió por el jardín y se asomó por la ventana. Cuando estaba a punto de irrumpir para hacerse escuchar, quedó petrificado por una imagen perturbadora.

Allí estaba el gobernador sentado en su sillón hablándole a un grupo de cerdos vestidos con uniforme militar. Hubo un silencio y el hombre con el abano en su mano dijo resignado:

-Está bien quédense con todo el pueblo, pero déjenme escapar a la selva con mi familia.

El cerdo mayor asintió y se limitó a decir: -Es hora de la revancha. Hoy mismo se consumará.

Sebastián sabía que no estaba loco. Corrió a la plaza y le suplicó a la gente su atención. Más por lástima que por otra cosa, logró reunir a un buen grupo. Habló entonces con gran lucidez: contó de las motivaciones de los cerdos para atacar, del plan para tomar al pueblo y del traicionero gobernador que había vendido la suerte de todos para conservar su vida y a la de los suyos.

Apenas terminó, una carcajada general azotó sus oídos. Su esfuerzo había sido inútil.

A las 3:59 p.m. ocurrió. Los cerdos se alzaron y dominaron fácilmente al pueblo. La estrategia militar exquisitamente planeada por más de una década sometió a quienes opusieron resistencia en tan sólo 14 minutos.

El gobernador no pudo escapar como lo tenía planeado. Los cerdos le traicionaron pues habían decidido empapelar el Palacio del nuevo Gobierno Porcino Militar con su piel.

Una oscura tarde de abril, dos años después de aquel suceso, apareció en las laderas de la montaña adyacente a la ciudad, un hombre medio muerto, extremadamente flaco y que se hacía llamar Sebastián. En su terrible estado hablaba cosas extrañas de un levantamiento porcino en un pueblo remoto y del plan para tomar la gran ciudad en poco tiempo.

Empezaba la cuenta regresiva para Sebastián y para toda la gran ciudad...

24 ago 2007

MARCH Y GRIS EN EL RECUERDO



Vivía en una pequeña y retorcida casa de madera en la entrada del pueblito más caliente del universo. Todo estaba seco: los árboles, riachuelos, el aire y las personas.

Las emociones en Barrio el Recuerdo eran eso: recuerdos lejanos. Los niños no jugaban. Se la pasaban sentados en el parque viendo pasar las horas, días… años. Veían pasar su vida sin alegría alguna.

Ese día, con más calor de lo común, March pensó en cambiarle la vida a El Recuerdo. ¿Cómo? Compró una perrita que bautizó Gris. La llevaría al parque y devolvería a los niños la ilusión y sonrisas propias de su edad.

Hizo según lo planeado y a las 10 a.m. en punto apareció con la perrita que desbordaba energía y alegría por doquier. Los niños sorprendidos se acercaron a ella.

March en sus ojos casi lloraba de emoción al ver que su plan estaba funcionando, pues captó la atención de los chiquillos. Pero lo que sucedió a continuación jamás se lo esperaba.

Los chicos tomaron piedras y empezaron a lanzárselas a aquel bulto de pelos que interrumpía la bien planeada monotonía del lugar. La perrita no sabía lo que pasaba y corrió con su dueña a guarecerse de aquella lluvia de proyectiles.

March decidió darle otra oportunidad a los chicos y llevó a Gris nuevamente al parque al ser las 10 a.m. de la siguiente mañana. Aunque Gris estaba contenta, tuvo más precaución que el día anterior. No sirvió de nada. Inició la lluvia de proyectiles contra la perra y su dueña.

Entonces, en medio de un silencio abismal Gris se incorporó en sus extremidades traseras y con exquisita pronunciación gritó:

- ¡A ellos March!

March empezó a ladrar y corrió tras los niños, según cuentan aún, para morder sus narices, que es la parte del cuerpo que más duele al ser víctima de un buen mordisco.

Desde entonces March y Gris tienen fama de ser la pareja más malhumorada de El Recuerdo.

Gris ya camina en dos patas y March está aprendiendo a hacerlo en cuatro extremidades.

Y hasta dicen por ahí que ya Gris le pidió a su ¿dueña?, que le comprara un compañero… al que pondría por nombre Caki.

22 ago 2007

HISTORIA DE MI PRIMER FANTASMA

-Los fantasmas no existen. Dejá ya de decir necedades Danilito- dijo algo enojada.

-¡Qué sí mami! Yo a veces en la noche los veo. No me dejen solito hoy, cualquier día menos hoy, POR FAVORRRRR - decía esa noche fría y oscura de setiembre de 1987, con apenas 8 años.

-Ya venimos son como 20 minutos nada más - replicó mi mamá debatiéndose entre el regaño y la lástima.

Sentado con la única luz de la sala, pues la otra se había quemado hacía días, sólo esperaba el descelance macabro, la manifestación aterradora que me iba a dar la razón.

La radio quedó en silencio, la lluvia cesó de momento y como hierro a imán, la puerta del dormitorio atrajo mi mirada de un impulso.

-La puerta está cerrada con llave. Yo mismo lo hice. ¿Qué puede pasar? - me lo repetí varias veces para darme ánimo.

El cerrojo abrió y la perilla dio vuelta. La puerta abrió de golpe y un viento espeluznante congeló mi sangre.

Mis padres llegaron tres minutos después de lo prometido. No me encontraron en la casa, sino sentado en el corredor, llorando y temblando de frío.

Nunca desde entonces me he quedado sólo en ese lugar nuevamente.

¿A ustedes nunca les ha pasado nada así?

25 may 2007

La ra la ra laaaaaa ra... la ra la ra laaaaaa ra...



Todos le tenemos miedo a algo: terremotos, accidentes, las momias, el chupacabras, la suegra, los muertos, a cualquier cosa.

De niño nunca tuve miedo a los muertos y monstruos bajo la cama. Ya viejo las cosas cambian.

Cada vez que estoy al pie de las escaleras de mi casa el pánico me envuelve. Entra por los oídos, sale por los poros de la espalda y vuelve a entrar por el ombligo.

-¡Los monstruos y los fantasmas no existen! - Dije un día para darme valor.

A los pocos segundos, mientras subía esas escaleras a oscuras, una voz infantil y perversa tarareaba una canción horrenda a pocos centímetros de mi espalda.

El la ra la ra laaaaaa ra.... la ra lara laaaaaa ra... todavía retumba en mis oídos. Y no puedo hacer nada para dejarlo de oír.

15 may 2007

MI AMIGO, EL ALAMBRE Y LAS VACAS BURLONAS

Íbamos para el Volcán Turrialba. Era un día precioso. El Astro Rey acababa de asomar y las nubes habían tomado vacaciones ese día.

Queríamos fotografiar el paisaje, no perder ni un solo detalle: el camino empolvado, el zacate verde intenso, los pájaros volando en el azul del cielo a 2500 metros de altura.

Miramos a la izquierda y un grupo de vacas apiñadas nos llamaban para salir en la foto. Accedimos a su petición.

Era indescriptible la imagen aquella de los rumiantes en esa montaña verde con flores primaverales, una acequia que bajaba alegre en medio de piedras milenarias. La foto iba a salir magnífica.

Pero para que aún estuviera mejor decidimos ir a posar con las vacas. Esquivamos la cerca, recorrimos unos 10 mts, lo suficientemente cerca para entrar en el encuadre, pero lo suficientemnte lejos para huir en caso de una posesión demoníaca contra cualquier animal con cachos.

Uno, dos y .... en ese momento mi amigo Corellín decidió sostenerse de un extraño cable que dividía la montaña en dos. Un misterioso cable que auguraba desgracia y que nunca antes un ser vivo había tocado. ¡Ni siquiera los rumiantes aquellos!

Tres... las vacas horrorizadas mugieron al unísono. La descarga eléctrica entró por su mano, recorrió todo el cuerpo, le hizo temblar como gelatina y hasta el pelo chamuscó.

Aquel cuadro celestial con el sol, el cielo, el zacate, los pajaritos y los ángeles se fue al carajo con ese MADRAZO DESCOMUNAL.

Nadie pudo aguantar la risa... mi esposa, su novia, yo. Las vacas también lo disfrutaron a lo grande: Nunca había escuchado a una vaca soltar una carcajada.

Hoy Corellín lleva la marca de ese día. Cada vez que choca su vista con cualquier vaca, una burlezca mirada y una fanfarrona carcajada invaden su tranquilo vivir.

Si alguna vez escucha a una vaca reír no crea que es por el síndrome de las vacas locas, sino que el cuento se extendió rápido... ¡no ve que las vacas son muy chismosas!

6 mar 2007

LO QUE EL PAPA, MAHOMA Y LUTERO NO HICIERON

Ese día tenía unas ganas insaciables de reírme de alguien. Cualquiera que se me atravesara en el camino iba a pagarlo caro.

Llegué a la parada como a las 5 p.m., luego de la salida del colegio. Cientos de personas se aglomeraban esperando los buses de los ramales de Desamparados.

Las latas retorcidas aparecieron una a una.

De pronto... un sonajas que se monta por detrás, la puerta lo golpea y cae al suelo pecho en tierra. Fui el primero que soltó la carcajada estridente. Al unísono me siguieron al menos otras cincuenta personas.

Varios minutos depués cuando ya no me quedaban lágrimas ni aliento apareció mi bus en el horizonte. Mientras se acercaba, muchísima gente se peleaba el lugar donde la puerta abría y claro que allí estaba yo de primero. El bus venía repleto.

El chofer abrió la puerta, subí de primero y me dijo:
-Papito vaya por la puerta de salida.

Me acomodé en la primera grada de atrás, casi guindando. Otras personas se subieron por el frente y sucedió justo lo que Dios y los Santos Apóstoles dictaron en consejo de emergencia: se cerró la puerta y esta me empujó hacia fuera.

Caí de rodillas y las 49 personas fuera, las 85 dentro y los 13 de arriba, soltaron la risa. Pero el asunto no paró allí. El bus arrancó con tan mala suerte que mi maletín y mis manos quedaron dentro del bus. Tuve que ponerme de pie y correr 100 metros a toda velocidad, no porque quisiera, sino porque amaba mi vida.

En ese trayecto me topé a las chavalas más lindas del cole, también a los que me caían mal, a la directora, la sexy profe de biolo, tres exnovias, compañeros del equipo de fútbol, el chavalillo con quién me agarré en el kinder, el Presidente Figueres y hasta Valeria Mazza.

No fue una canción, ni los más hermosos deseos por la humanidad. Tampoco el deporte o un rezo por los desvalidos. Lo que consagró al mundo y a la divinidad en uno fue la monumental y multitudinaria carcajada que todavía resuena en mis oídos y a pesar de los años.

Lo que no pudo hacer Lutero, el Papa o Mahoma, yo sí lo pude hacer.