El Instituto Metereológico Costarricense (IMC) informó que para noviembre Limón se iba a inundar y miles de familias se encontraban en alto riesgo por “las llenas”. La Comisión Nacional de Emergencias (CNE) entonces desplazó equipos, vehículos, materiales, recurso humano para hacerle frente a esa posible crisis.
Pero casi como de costumbre el IMC se equivocó. Una equivocación cara y que le costó muchos millones a la CNE, al país y a todos nosotros.
Por otra parte Guima también falló su estrategia para el Mundial de Alemania. Perdimos los tres partidos, quedamos de penúltimos e hicimos el ridículo. Pero hoy Guima es entrenador de la selección de Panamá y gana mucho más de lo que devengó en salario aquí.
Aprendió de su error y se logró vender muy bien.
“Vea Dani, no se compre ese carro porque puede ser que no esté muy bien. Espérese y verá que podemos encontrar otro mejor.” – Me decía mi papá hace algunos años cuando yo quería comprar un carro precipitadamente. No le hice caso y corrí presuroso a los brazos de la imprudencia.
Tuve que invertir mucha plata para reparar el motor, el vehículo no era funcional para mis necesidades, las llantas parecían de chicle, la pintura era como esmalte de uñas. Terminé vendiéndolo y perdiendo bastante dinero.
Me equivoqué y lo pagué caro.
Y es que equivocarse es un arte. Y uno como artista debe escoger los momentos para expresar su vocación de manera esplendorosa y vívida. Hay que equivocarse con estilo, con la convicción de lograr un beneficio del error.
Muchos dicen que para crecer hay que cometer errores. Puede que sea cierto, pero equivocarse en los temas gruesos de la vida puede crear heridas, daños y sufrimientos irreparables.
Sepamos en qué podemos equivocarnos y en qué no. No dejemos al garete las decisiones que marcarán nuestra vida, pues dedicarle a la existencia misma el arte de equivocarse una y otra vez nos hará tal vez figuras reconocidas, pero no nos dará la felicidad del reconocimiento de nuestra obra.
Y como puede que diga Guima: ¡A equivocarse carajo!... pero con estilo.
27 nov 2006
23 nov 2006
Resfriado por gusto propio
El frío del carajo que ha hecho estos días probablemente me producirá un resfrío.
Y es que aunque suene raro me voy a resfriar a propósito.
Pronto vendrán los mocos, la trancazón, los estornudos y esos escalofríos que a uno lo hacen casi maldecir. Pero aún así me alegra estar resfriado.
Pero usted tal vez piense: “¿Qué le pasa a este loco? ¿Por qué no usó un suéter y se evitó así andar como el mae del anuncio de Gex?”
La respuesta es sencilla: porque no tenía y no quise comprarme el suéter.
La historia va así: Sintiendo los primeros días del frente frío me fui al clóset a buscar algún abrigo y me di cuenta que sólo tenía unas jacketcillas que no calentaban nada, por lo que me dije: “¡Hora de ir a comprar algo que me caliente de verdad!”.
Agarré las llaves del carro y jalé para el centro de San José, porque como uno ya siente el espíritu navideño, quise recordar las salidas con mi papá y mamá, cuando íbamos a hacer las compras a las distribuidoras y tiendas de la Avenida Central.
Me rehusaba ir al Mall.
El frío pegaba de manera increíble, era como un cuchillo sin filo que lo partía a uno en dos.
Se sentía como la hoja de acero le cercenaba por dentro cada órgano, pero en el fondo era un frío bonito.
Cuando puse un pie en esa Avenida Central, encontré un panorama totalmente desalentador: colachos, promociones, gente estresada, señoras gritándole a los chiquitos, vendedores que casi lo obligaban a uno a comprar cuanta chuchería tenían, mocositos pidiendo plata con tarritos de Numar.
Un poco desilusionado entré a una tienda, esperando que la compra me levantara el ánimo nuevamente. Salió a mi paso una chiquilla como de 16 años, totalmente inmune al frío, pues andaba con una blusa que no cubría más de una cuarta de su torso.
-¿En que le puedo ayudar?
- Mire, es que busco un suéter bien calientito.
-Venga por acá y le enseño unos nuevos que tenemos.
Caminamos.
-¿Sólo estos tiene? ¿En estos colores?
- Sí, sólo en café, verde y negro.
Me quedé mirando fijamente los detalles, que no tuvieran costuras sueltas, que el zipper estuviera bueno, que las mangas fueran del mismo tamaño, etc., etc., y sólo me restaba decidirme entre el verde y el negro, cuando de pronto fui interrumpido en mi ritual de escogencia.
-Oiga, dígame si se va a llevar uno o no, no puedo perder el tiempo enseñándole cosas a gente que no va a comprar.Seguro se me pusieron los ojos como de fuego, la piel roja y probablemente olía ya a azufré y me salieron cachos del colerón.
-¿Quién es su supervisor? – pregunté con todo el peso de mi enojo y mi desprecio contra esa “ombligo pelada”.
En eso llegó una señora no tan vieja y preguntó del porqué de mi enojo y como si yo fuera chiquito de escuela la acusé, la señalé y hasta casi le saco la lengua a la carajilla esa.
Aliviado por haber expulsado toda mi cólera esperé la resolución del tribunal y como mínimo una disculpa a mi favor, aunque por supuesto jamás compraría ese suéter ahí.
-Mire es que estamos muy ocupados, si se va a llevar el sueter bueno y si no pues entonces no. ¡Fue la única respuesta que obtuve!
Sin decir ni “a” salí de ahí bien agüevado, pensando en todo lo que había visto y vivido en ese rato en el centro de San José.
Parado como tonto frente al Banco Negro, reflexioné en lo que se ha convertido la Navidad: una oportunidad para vender y comprar, para sacarle plata a la gente, para gritarle a los chiquillos chineados y para explotar a unos viejitos con trajes rojos y barbas postizas.
¡Al carajo con ese suéter! Si lo que me queda de los viejos recuerdos de mis épocas de fin de año es el frío, prefiero sentirlo hasta mis entrañas.
¡Que me carcoma y me entuma los dedos y la boca!, a fin de cuentas, es un frío bonito.
Y es que aunque suene raro me voy a resfriar a propósito.
Pronto vendrán los mocos, la trancazón, los estornudos y esos escalofríos que a uno lo hacen casi maldecir. Pero aún así me alegra estar resfriado.
Pero usted tal vez piense: “¿Qué le pasa a este loco? ¿Por qué no usó un suéter y se evitó así andar como el mae del anuncio de Gex?”
La respuesta es sencilla: porque no tenía y no quise comprarme el suéter.
La historia va así: Sintiendo los primeros días del frente frío me fui al clóset a buscar algún abrigo y me di cuenta que sólo tenía unas jacketcillas que no calentaban nada, por lo que me dije: “¡Hora de ir a comprar algo que me caliente de verdad!”.
Agarré las llaves del carro y jalé para el centro de San José, porque como uno ya siente el espíritu navideño, quise recordar las salidas con mi papá y mamá, cuando íbamos a hacer las compras a las distribuidoras y tiendas de la Avenida Central.
Me rehusaba ir al Mall.
El frío pegaba de manera increíble, era como un cuchillo sin filo que lo partía a uno en dos.
Se sentía como la hoja de acero le cercenaba por dentro cada órgano, pero en el fondo era un frío bonito.
Cuando puse un pie en esa Avenida Central, encontré un panorama totalmente desalentador: colachos, promociones, gente estresada, señoras gritándole a los chiquitos, vendedores que casi lo obligaban a uno a comprar cuanta chuchería tenían, mocositos pidiendo plata con tarritos de Numar.
Un poco desilusionado entré a una tienda, esperando que la compra me levantara el ánimo nuevamente. Salió a mi paso una chiquilla como de 16 años, totalmente inmune al frío, pues andaba con una blusa que no cubría más de una cuarta de su torso.
-¿En que le puedo ayudar?
- Mire, es que busco un suéter bien calientito.
-Venga por acá y le enseño unos nuevos que tenemos.
Caminamos.
-¿Sólo estos tiene? ¿En estos colores?
- Sí, sólo en café, verde y negro.
Me quedé mirando fijamente los detalles, que no tuvieran costuras sueltas, que el zipper estuviera bueno, que las mangas fueran del mismo tamaño, etc., etc., y sólo me restaba decidirme entre el verde y el negro, cuando de pronto fui interrumpido en mi ritual de escogencia.
-Oiga, dígame si se va a llevar uno o no, no puedo perder el tiempo enseñándole cosas a gente que no va a comprar.Seguro se me pusieron los ojos como de fuego, la piel roja y probablemente olía ya a azufré y me salieron cachos del colerón.
-¿Quién es su supervisor? – pregunté con todo el peso de mi enojo y mi desprecio contra esa “ombligo pelada”.
En eso llegó una señora no tan vieja y preguntó del porqué de mi enojo y como si yo fuera chiquito de escuela la acusé, la señalé y hasta casi le saco la lengua a la carajilla esa.
Aliviado por haber expulsado toda mi cólera esperé la resolución del tribunal y como mínimo una disculpa a mi favor, aunque por supuesto jamás compraría ese suéter ahí.
-Mire es que estamos muy ocupados, si se va a llevar el sueter bueno y si no pues entonces no. ¡Fue la única respuesta que obtuve!
Sin decir ni “a” salí de ahí bien agüevado, pensando en todo lo que había visto y vivido en ese rato en el centro de San José.
Parado como tonto frente al Banco Negro, reflexioné en lo que se ha convertido la Navidad: una oportunidad para vender y comprar, para sacarle plata a la gente, para gritarle a los chiquillos chineados y para explotar a unos viejitos con trajes rojos y barbas postizas.
¡Al carajo con ese suéter! Si lo que me queda de los viejos recuerdos de mis épocas de fin de año es el frío, prefiero sentirlo hasta mis entrañas.
¡Que me carcoma y me entuma los dedos y la boca!, a fin de cuentas, es un frío bonito.
Arroz, frijoles y SANGRE
Me senté gustoso a ver las noticias de la televisión. Esperaba ver la actualidad de los temas importantes en este país (TLC, pobreza, deuda pública, situación de los derechos de la niñez, desarroll humano), pero sabía que antes debería lidiar con los sucesos que consumen una buena parte del noticiero, tal vez un 25% de él.
Esperaba el acuchillado de todos los días, el asaltado, el muerto en choque y el atropellado. Pero no fue ni uno, ni dos, ni tres. Eran como 10 los muertos violentos de las últimas 24 horas.
Historias horribles de explotación, borracheras, negligencia, venganzas, usurpación de lo privado, que llevan a muertes y más muertes.
¿Cuál es el papel de los medios de comunicación?¿Mostrarnos la realidad de una criminalidad que se dispara a fin de año?
¿Será mejor volverse un ignorante y olvidarse del noticiero del mediodía? ¿O finalmente lo que debemos hacer es aprender a degustar el arrocito, los frijolitos y el muslito de pollo con los litros de sangre que salen de la pantalla?
"Debemos hacer un llamado por la responsabilidad social de los medios..." BLA, BLA, BLA. Seamos realistas: o apagamos el tele o en vez de echarle salsa a la comida le ponemos SANGRE.
Tal vez si todos apagamos el tele sí nos lleguen a escuchar.
Esperaba el acuchillado de todos los días, el asaltado, el muerto en choque y el atropellado. Pero no fue ni uno, ni dos, ni tres. Eran como 10 los muertos violentos de las últimas 24 horas.
Historias horribles de explotación, borracheras, negligencia, venganzas, usurpación de lo privado, que llevan a muertes y más muertes.
¿Cuál es el papel de los medios de comunicación?¿Mostrarnos la realidad de una criminalidad que se dispara a fin de año?
¿Será mejor volverse un ignorante y olvidarse del noticiero del mediodía? ¿O finalmente lo que debemos hacer es aprender a degustar el arrocito, los frijolitos y el muslito de pollo con los litros de sangre que salen de la pantalla?
"Debemos hacer un llamado por la responsabilidad social de los medios..." BLA, BLA, BLA. Seamos realistas: o apagamos el tele o en vez de echarle salsa a la comida le ponemos SANGRE.
Tal vez si todos apagamos el tele sí nos lleguen a escuchar.
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